Fue bautizado en Quito con los nombres de Mario Ignacio Francisco Tomás Antonio. En 1835 su padre lo mandó al afamado Colegio Vicente Leónde Latacunga, considerado el mejor de la república, pero tuvo que sacarlo porque a duras penas quiso aprender a leer y escribir. Posteriormente asistió una corta temporada al colegio San Fernando de Quito pero se truncaron sus estudios cuando el presidente Vicente Rocafuerte clausuró dicho establecimiento. De allí en adelante llevó una vida ociosa hasta que entró al cuartel y aprendió a jugar y a beber, costumbres que jamás abandonaría. Pese a su escasa educación, fue hábil como nocheriego. La naturaleza la había compensado con una fina apostura; Ignacio de Veintemilla fue alto, delgado, rubicundo, y tenía los ojos garzos; era además garboso y tenía prestancia natural. No había chica en los contornos de la capital que se le resistiera. Así, su buena voz para cantar serenos a la más guapas de Quito y varios amigotes le dieron prontamente una justa fama de gran bohemio apodandolo como "el papi de las nenas" nombre por el cual seria reconocido mas tarde antes de su ascenso a la presidencia. Sus costumbres fueron objeto de burla por sus contemporáneos, disfrutaba salir por las noches y maltratar duendecillos, en especial,a los tintines, Juan Montalvo fue quien las retrató en su obra Las Catilinarias y las afeó para la posteridad al llamarlo "el presidente de los siete vicios y los malos olores".
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